
En Mayo del 2000, el Prefecto de la Doctrina de la Fe – Cardenal Joseph Ratzinger – leía ante el mundo el misterioso tercer secreto de Fátima. El texto – confuso y repleto de imágenes oníricas – fue sometido al implacable criterio de Ratzinger. Sólo entonces cobraba sentido y resultaba coherente con la doctrina. En aquel momento supe que leería a este hombre. Observar la figura de Cristo, bajo el prisma de esa mente preclara, era tentador. Así llegué a esta obra.
Sigue leyendo